San Juan Maria Vianney,
El Santo Cura de Ars.
Cura de Ars, nacido en Dardilly, cerca de
Lyon, Francia, el 8 de Mayo de 1786; muerto en Ars el 4 de Agosto de 1859.;
hijo de Matthieu Vianney y Marie Beluze.
En 1806, el cura de Ecully, M. Balley, abrió
una escuela para aspirantes a eclesiásticos, y Juan Bautista María Vianney fue
enviado a ella. Aunque era de inteligencia mediana y sus maestros nunca parecen
haber dudado de su vocación, sus conocimientos eran extremadamente limitados,
limitándose a un poco de aritmética, historia, y geografía, y encontró el
aprendizaje, especialmente el estudio del latín, excesivamente difícil. Uno de
sus compañeros, Matthias Loras, después primer obispo de Dubuque, le ayudaba en
sus lecciones de latín.
Pero ahora se presentó otro obstáculo. El
joven Vianney fue llamado a filas, al haber obligado la guerra de España y la
urgente necesidad de reclutas a Napoleón a retirar la exención que disfrutaban
los estudiantes eclesiásticos en la diócesis de su tío, el Cardenal Fesch.
Matthieu Vianney intentó sin éxito procurarse un sustituto, de modo que su hijo
se vio obligado a incorporarse.
Juan Bautista María Vianney reanudó entonces
sus estudios en Ecully. En 1812 fue enviado al seminario de Verrieres; estaba
tan mal en latín que se vio forzado a seguir el curso de filosofía en francés.
Suspendió el examen de ingreso al seminario propiamente dicho, pero en un nuevo
examen tres meses más tarde aprobó. El 13 de Agosto de 1815 fue ordenado
sacerdote por Monseñor Simon, obispo de Grenoble. Sus dificultades en los
estudios preparatorios parecen haberse debido a una falta de flexibilidad
mental al tratar con la teoría como algo distinto de la práctica - una falta
justificada por la insuficiencia de su primera escolarización, la avanzada edad
a la que comenzó a estudiar, el hecho de no tener más que una inteligencia
mediana, y que estuviera muy adelantado en ciencia espiritual y en la práctica
de la virtud mucho antes de que llegara a estudiarla en abstracto. Fue enviado
a Ecully como ayudante de M. Balley, quien fue el primero en reconocer y animar
su vocación, que le instó a perseverar cuando los obstáculos en su camino le
parecían insuperables, que intercedió ante los examinadores cuando suspendió el
ingreso en el seminario mayor, y que era su modelo tanto como su preceptor y
protector. En 1818, tras la muerte de M. Balley, Vianney fue hecho párroco de
Ars, una aldea no muy lejos de Lyon. Fue en el ejercicio de las funciones de
párroco en esta remota aldea francesa en las que el "cura de Ars" se
hizo conocido en toda Francia y el mundo cristiano. Algunos años después de
llegar a Ars, fundó una especie de orfanato para jóvenes desamparadas. Se le
llamó "La Providencia" y fue el modelo de instituciones similares
establecidas más tarde por toda Francia. El propio Vianney instruía a las niñas
de "La Providencia" en el catecismo, y estas enseñanzas catequéticas
llegaron a ser tan populares que al final se daban todos los días en la iglesia
a grandes multitudes. "La Providencia" fue la obra favorita del
"cura de Ars", pero, aunque tuvo éxito, fue cerrada en 1847, porque
el santo cura pensaba que no estaba justificado mantenerla frente a la
oposición de mucha buena gente. Su cierre fue una pesada prueba para él.
Pero la principal labor del Cura de Ars fue
la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a
acudir a él de otras parroquias, luego de lugares distantes, más tarde de todas
partes de Francia, y finalmente de otros países. Ya en 1835, su obispo le prohibió
asistir a los retiros anuales del clero diocesano porque "las almas le
esperaban allí". Durante los últimos diez años de su vida, pasó de
dieciséis a dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado
por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su
vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos. En
1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las
personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y
oír su enseñanza cotidiana. El Venerable Padre Colin se ordenó diácono al mismo
tiempo, y fue su amigo de toda la vida, mientras que la Madre Marie de la
Providence fundaba las hermanas auxiliadoras de las ánimas del purgatorio por
su consejo y con su constante aliento. Su dirección se caracterizaba por el
sentido común, su notable perspicacia, y conocimiento sobrenatural. A veces
adivinaba pecados no revelados en una confesión imperfecta. Sus instrucciones
se daban en lenguaje sencillo, lleno de imágenes sacadas de la vida diaria y de
escenas campestres, pero que respiraban fe y ese amor de Dios que era su
principio vital y que infundía en su audiencia tanto por su modo de comportarse
y apariencia como por sus palabras, pues al final, su voz era casi inaudible.
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